miércoles, 22 de septiembre de 2010

Democracia y elecciones

Oswaldo Álvarez Paz





Soy un demócrata convencido. Quizás por eso parecen demasiado radicales las posiciones que tomamos en momentos críticos, cuando sentimos que las bases del sistema se debilitan por la comodidad irresponsable de los dirigentes, como ocurría en el pasado o como ahora, cuando de manera calculada y perversa se pretende demolerla como paso indispensable para la destrucción de la República Federal. En esta tarea cuentan con los inagotables recursos materiales del país, que los han convertido en dueños y señores del dinero y del crédito, como pregonan a diario; una total ausencia de valores éticos que los convierten en profesionales de la amoralidad, del disimulo y la mentira y también, no hay que negarlo, con cierta categoría de dirigentes que han hecho de la política su forma de vida, de sus partidos la empresa para tal fin y de algunos compatriotas que hacen del “independentismo” su política y de las ONG que fundan sus trincheras. Cada día son menos, ya que la conciencia frente a los peligros obliga a replantear las razones existenciales de quienes hacemos vida pública.
Una confusión dramática y cómoda
Es cierto que Hugo Chávez fue elegido Presidente por la vía electoral en 1998. El origen de su mandato fue legal. Pero lo eligieron constitucionalmente para un período de cinco años sin reelección. Está al final del año doce, con tres elecciones y dos referendos entre pecho y espalda, nadando en un mar de trampas, maniobras arteras, represión física y manipulación de todas las ramas del poder público bajo su control, destruyendo todos los centros de poder, públicos o privados, que escapaban a su dominio y una política exterior que mantiene a Venezuela en la mira de la comunidad internacional. La legalidad de origen se diluyó en medio de una ilegitimidad de ejercicio buena para sus propósitos comunistoides, pero fatal para la vida en libertad. La coartada castro-chavista es pregonar la cantidad de elecciones realizadas y especular con el respaldo popular que dice tener, aunque la verdad sea otra. Los vicios de todo tipo podrían servir de manual operativo para autócratas que quieran eternizarse en el poder. Se trata de un gran fraude de ejecución progresiva.
En esta situación, descrita a grandes rasgos, no es permisible seguir confundiendo democracia con elecciones; es decir, el fin con uno de sus instrumentos. Muy importante, cierto, pero no el único y ni siquiera el más importante. No podemos reducir la política a un simple juego electoral en condiciones penosamente contrarias a la honestidad necesaria para que la voluntad popular pueda expresarse libremente y ser respetada por los gobernantes. Como hemos dicho, hay principios y valores fundamentales que tienen que ser la base del debate de hoy. Lo electoral tiene que manejarse instrumentalmente para ese propósito, incluida la necesidad de organizar seriamente a la sociedad democrática para la inaplazable confrontación contra los bárbaros más caros de la historia que controlan al régimen gobernante.
El dilema es fácil de entender...
...pero difícil de enfrentar. Se trata de escoger entre la vida y la muerte, entre la democracia o el comunismo, entre la tiranía y la libertad. Entre la libertad de elegir o la imposición totalitaria del Estado. Entre el totalitarismo centralizador y estatizante y la desconcentración del poder, la descentralización y la autonomía de las personas, de las familias, de los municipios y de los estados como expresiones necesarias para canalizar sus decisiones. Llega nuevamente otra oportunidad para luchar en la dirección que más conviene a nuestras familias y a la patria entera. Pero tenemos que hacerlo con decisión y coraje, con sentido de urgencia y determinación irreversible de alcanzar la victoria. Las vacilaciones son inconvenientes y cualquier complacencia es traición.
A votar el próximo 26-S
Tenemos que hacerlo dentro de los parámetros señalados y con los objetivos claros. En esta oportunidad la elección parlamentaria tiene un sentido trascendente. Puede marcar el destino de la nación por mucho tiempo y, para nosotros, se convierte en el instrumento adecuado para iniciar la reversión hacia lo positivo de las horrendas y negativas tendencias del presente. A los partidos y candidatos les recordamos que el enemigo está al frente y no a los lados. Deben parar la mezquina competencia para ver “quién sale mejor” y colocarse en posición de ventaja para exigir más en los procesos venideros. Deponer los intereses personales y de grupo en bien del interés nacional es un deber patriótico. Lo otro, una deslealtad que raya en la complicidad con el régimen.
El caso del Zulia
Si lo antes dicho tiene valor para toda Venezuela, en el caso zuliano adquiere una mayor importancia. Este régimen odia al Zulia. Le teme a los zulianos. No es la primera vez que ocurre en la historia. Basta con recordar las agresiones de Antonio Guzmán Blanco y de Cipriano Castro, en los siglos XIX y XX, para tomar conciencia del peligro con el socialismo de este siglo XXI, comunismo a la cubana, según Fidel Castro, a pesar de sus seniles enredos. Los candidatos a diputados inscritos por la unidad democrática tienen el compromiso de luchar por la democracia, la libertad y la federación; es decir, por la autonomía más plena posible de esta región portentosa y por la autonomía de sus municipios en los términos constitucionales. Los chavistas, pues, que voten por Chávez a través de unos candidatos afocados que lo representarán a él, como los actuales, pero jamás a nuestro pueblo “bravo y fuerte, que ama y lucha, canta y ora”.
Lo que viene después
Desgraciadamente, el 27 de septiembre Chávez seguirá en la Presidencia, pero debilitado al comprobarse que perdió la mayoría nacional. La cuenta regresiva se acelerará. Una Asamblea Nacional democrática deberá reimponer la vigencia de la Constitución, derogar la legislación inconstitucional que se ha dictado y dictar las leyes que el país reclama para normalizar su vida institucional, renovar las demás ramas del poder público a las que se vencen total o parcialmente sus períodos y, entre otras cosas, controlar al Ejecutivo, al Presidente, para que cumpla con unos deberes y obligaciones olvidados. Están claramente señalados en la Constitución, como también están estipuladas las sanciones por su incumplimiento. Una de las más delicadas competencias de la Asamblea, además de controlar al Presidente, es sancionarlo cuando incumple con sus deberes. Es decir, promover su enjuiciamiento y hasta destituirlo. Él lo sabe. Y lo teme. Cuidado con la desesperación. Recordemos que la forma más perversa y peligrosa de la cobardía es el abuso de poder.
La unidad democrática alcanzada para postular candidatos a la Asamblea tiene que consolidarse y trascender el hecho electoral del 26. Tiene que convertirse en un gran movimiento de verdadera unidad nacional para detener la dictadura e impedir el comunismo que se pretende imponer y construir la República Federal que soñamos.






La unidad democrática alcanzada para postular candidatos a la Asamblea tiene que consolidarse y trascender el hecho electoral del 26.

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